Biografía
Biografía de Gustavo Aldereguía Lima
Personalidad científica y revolucionaria de extraordinarios relieves, nació el doctor Aldereguía en plena guerra independentista cubana contra España el 22 de marzo de 1895, en Campechuela, entonces perteneciente al Partido Judicial de Manzanillo en la provincia de Oriente, hoy provincia Granma.
Cuando escasamente contaba diez meses de edad sufrió la perdida de su madre, víctima de la tuberculosis pulmonar, enfermedad a cuyo estudio dedicaría después toda su inteligencia y pasión, llegando a ser nuestro más eminente especialista y la figura más representativa en la historia de la lucha antituberculosa en Cuba.
Apenas arribado a la segunda década de su vida, no había cumplido aún los once años de edad, vio horrorizado como moría su progenitor en su presencia, víctima de un accidente ferroviario quedando desde entonces al cuidado de su tío Alfredo Aldereguía, que pagó su educación y fue para él un verdadero padre.
En 1909 comenzó sus estudios secundarios en un colegio privado de Cárdenas, pasando después al Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas, donde fue presidente de la Asociación de Estudiantes de dicho plantel y en el que se graduó de bachiller en Ciencias y Letras y de perito agrimensor el 11 de junio de 1913.
El 22 de septiembre de ese mismo año se matricula en la Universidad de la Habana en la carrera de medicina y cirugía y medicina veterinaria, la última de las cuales abandona en el mismo primer año. La Universidad como el Instituto serán marco de sus primeras actividades revolucionarias. En 1917 funda con otros compañeros la Revista de la Asociación de Estudiantes de Medicina, donde van a aparecer sus primeros artículos.
Sin ser uno de aquellos indolentes sociales alumnos eminentes de su época, se graduó con nota de sobresaliente en los ejercicios de grado para el doctorado en Medicina, el 10 de julio de 1918.
Durante cuatro años va a ejercer como médico de un central azucarero en los alrededores de Banaguises, pequeño caserío de la provincia de Matanzas, en que fija su residencia y donde conoce de cerca la tragedia del campesino y del obrero azucarero cubano de la época. Allí va a comenzar a madurar su pensamiento político social con la lectura intensa de las obras de los más avanzados pensadores latinoamericanos de su tiempo, como José Ingenieros, Aníbal Ponce, Telímaer Sussini y otros que lo llevan al conocimiento temprano de los clásicos del marxismo. Publica artículos en la revista “España Nueva” que dan fe no sólo de sus inquietudes políticas, sino también de su conocimiento del materialismo científico, como aquél dedicado a enjuiciar un trabajo leído en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana por el destacado naturalista español y sacerdote jesuíta Pelegrín Franganillo.
En 1920 funda con Eusebio Adolfo Hernández la Asociación de Amigos de Rusia y logra colectar y mandar dinero en ayuda a la naciente Revolución de Octubre.
El día 4 de diciembre de 1922 pronuncia en el Aula Magna de la Universidad de la Habana un vibrante discurso con el que presenta al profesor argentino doctor José Arce, entonces rector de la Universidad de Córdoba, quien leyó una conferencia sobre la reforma universitaria en Argentina. Este acto ha sido considerado como el punto de partida de la revolución estudiantil de 1923.
En este último año obtiene por oposición la plaza de profesor ayudante de la cátedra numero 8 de Clínica Médica, de la Facultad de Medicina, que va a desempeñar durante los cursos de 1923 a 1924 y 1924 a 1925.
Su participación en la organización y desarrollo del I Congreso Nacional de Estudiantes celebrado en La Habana en 1923 fue determinante. A pesar de ser ya graduado, intervino como delegado por la Asociación de Estudiantes de Manzanillo y por la revista universitaria “Juventud” fundada y dirigida por Julio A. Mella. De 1923 a 1924 integrará la Asamblea Universitaria como graduado. Fue uno de los miembros fundadores de la Universidad Popular José Martí, junto a Julio A. Mella. Como profesor de Medicina Social, impartió clases y brindó conferencias en San Antonio de las Vegas, el Club de Torcedores, etc., durante toda la existencia de esta institución de alta cultura para el obrero cubano.
También junto a Mella participa en la fundación de la Liga Antimperialista y de la Liga Anticlerical.
En noviembre de 1925 obtiene en brillantes oposiciones la plaza de especialista en enfermedades pulmonares de la Casa de Salud Covadonga del Centro Asturiano de la Habana. Ese mismo año está junto al doctor Juan Guiteras Gener, figura mayor de la medicina cubana, a decir de José Martí, en la fundación de la Federación Médica de Cuba.
No son pocos los revolucionarios latinoamericanos que encuentran en esa época, protección y ayuda en el doctor Aldereguía, entre ellos Carlos Aponte, Esteban Parletich y Luis Bustamante.
Atiende a Mella como médico y lo alienta como revolucionario en su famosa huelga de hambre, logrando más tarde sacarlo clandestinamente de Cuba, con la ayuda de su hermano Feliciano Aldereguía. Mantendrá con el inmortal líder estudiantil y proletario ininterrumpida correspondencia hasta la muerte de este.
En 1930 publica su libro “Estudio sobre Tuberculosis”, volumen de 267 páginas que contiene ocho de sus trabajos médicos más importantes y se gradúa en 1931 en la famosa Trudeau School of Tuberculosis de los Estados Unidos de Norteamérica.
Combate la dictadura de Machado sin tregua ni descanso y en agosto de 1931 participa en el desembarco armado de treinta y siete revolucionarios que al mando del capitán Emilio Laurent lograron tomar la villa de Gibara y combatir heroicamente contra fuerzas muy superiores y mejor armadas, recibiendo una herida a sedal en el cráneo que dejó en él permanente cicatriz. Como consecuencia de esta acción sufrió la cárcel y el exilio político.
En mayo de 1932 entra a trabajar en el Instituto Clínico de la Habana, centro en el que laborará hasta diciembre de 1958.
En agosto de 1932 por secundar la huelga médica contra los centros regionales perdió su plaza en la Quinta Covadonga, que había ganado por oposición en 1925, negándose después de solucionado el conflicto a reintegrarse a su antiguo cargo en protesta por la solución dada al mismo.
Durante la huelga general de 1933 organizada y dirigida por Rubén Martínez Villena, no se separó de este el Dr. Aldereguía, brindándole su cooperación revolucionaria y cuidando su precaria salud.
Con el triunfo revolucionario el viejo luchador social y médico, a la par que combate a los enemigos de la patria de dentro y fuera del país, pues su participación es muy importante en la lucha ideológica de aquellos momentos, tiene oportunidad de aplicar sus profundos conocimientos científicos en el control de la tuberculosis.
En enero de 1959 y hasta mediados de año ocupa la presidencia y dirección del Consejo Nacional de Tuberculosis. Una misión diplomática como embajador ante la República Socialista de Yugoslavia lo aleja por un tiempo de sus tareas científicas, pero ya en abril de 1961 está nuevamente en ellas como jefe del Departamento de Tuberculosis, primero en la Subsecretaria de Asistencia Médica y después en el Viceministerio de Higiene y Epidemiología. Y en ese cargo y en el Grupo Nacional de Neumotisiología, figurará hasta su muerte.
En 1963 ve la luz su libro en colaboración “Estudios sobre Tuberculosis Pulmonar” y publica múltiples artículos en la revista Bohemia y en el periódico El Mundo. Pero quizás su aporte científico de más peso en el período revolucionario, lo constituya su “Estudio fotorradiográfico del ejército guerrillero cubano”, realizado en 1959 y que comprende veinte mil fotorradiografías.
En 1962 funda y preside hasta su muerte el Instituto Julio A. Mella, en la Universidad de la Habana, su último gran aporte a la cultura revolucionaria del país, a quien mucho debe el conocimiento de tan eminente figura histórica cubana.
Cargado de prestigios científicos y revolucionarios, militando en el glorioso Partido Comunista Cubano, se extingue su vida en la Habana el 7 de septiembre de 1970. Ante su tumba y resumiendo su hermoso panegírico, diría su viejo compañero de luchas, miembro del Buró Político y Vicepresidente de los Consejos de Estados y Ministros, doctor Carlos Rafael Rodríguez, durante cincuenta años tuvo una actitud ejemplar este hombre ejemplar”.